Cuando era chica pasé algunos veranos en la casa de mi abuela materna en el campo. Ojo, no era esta cosa de hacienda y casa grande y cocinas humeando a toda hora y caballos que todo el mundo piensa que hay en México, sino un pueblito de no mas de 300 personas, con una plaza, una iglesia al medio y un par de calles con casitas a los lados.
La casa de mi abuela era chiquita y con piso de tierra, en el patio trasero en medio de una selva de plantas coexistian perros, gatos y una marrana (una chancha) en engorda que creo que al final murió de vieja porque le agarraron tanto cariño que nadie la quiso faenar.
En fin, que en en esa casa nos juntabamos con las primas y yo siempre antes de acostarnos, le preguntaba a mi abuela "porqué yo no tengo la piel morenita y los ojos verdes como las hijas de mi tío Víctor?" o "porque no tengo ojos azules y pelo rubio como las hijas de mi tía Norma?" Mi abuela se reía de mi y me decía siempre "la suerte de la fea, la bonita la desea" y yo no entendía qué significaba. Crecí sintiendome fea, o por lo menos ni la mitad de bonita que el resto de las primas; no heredé los ojos verdes o azules de mis abuelos, ni la piel color oliva de la abuela María, ni la nariz "de pellizco" ni el pelo rizado y rubio o negro azabache y liso. No, yo era la única con pelo castaño que se ponía verde con el cloro de la piscina en verano y que además nunca se sabe si está liso u ondulado, la nariz grande, los ojos cafés y la boca chica. No tenía la belleza exótica de unas ni la clásica de las otras...era un aburrido entre medio (o al menos así me sentía) pero la abuela me miraba con unos ojos dulces y me tomaba las manos entre las suyas bien arrugaditas y me repetía "la suerte de la fea, la bonita la desea".
Mas adelante, esta misma abuela me daría dos sabios consejos en mi adolescencia que me ayudarían a sobrellevar los sinsabores de esa edad y de los primeros años de mi juventud:
el primero, "lo que necesitas es una buena revolcada" (si, refieriendose a que me agarrara al primer incauto que pasara por ahi y le robara la honra). Ese me lo decía cuando andaba con los monos y nadie -ni yo misma- me aguantaba.
el segundo: "cuando una no es mona, tiene que aprender a hacer monerías" refieriendose a que si no era bonita, tenía que ser símpatica, culta, entretenida, tener una carrera, leer harto, saber conversar, cocinar, coser y cantar (y coger, pero esto último lo agregué yo).
Ahora que ando en esas edades en que las mujeres ya podemos mirar para atrás en "decadas", me doy cuenta de que la abuela tenía razón. Para empezar, me miro en el espejo y me gusta mucho lo que veo en mí misma. Aún con el pelo "silvestre" y los ojos cafés, soy bella, no es que no me lo hayan dicho antes familiares, amig@s, maridos, amantes, pero de un tiempo a acá me siento bella o me sé bella y lo mejor de todo es que además aprendí a hacer monerías y he tenido mucha suerte en la vida, qué mas puedo pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario